ABSORCIÓN
LA ABSORCIÓN RESPIRATORIA Y ALIMENTICIA
El fenómeno primordial de casi todos los actos de absorción, el paso de la sustancia que se absorbe a través de los revestimientos epiteliales que son como las cortezas del organismo, presenta particularidades especiales según la naturaleza y propiedades de estos epitelios. En la mucosa digestiva la absorción es poco considerable en la boca y en el esófago; en el estómago, si bien es grande para las bebidas, es también escasa para los alimentos. La superficie del intestino delgado es el verdadero sitio de la absorción digestiva. Las innumerables vellosidades de la superficie mucosa del intestino delgado han sido comparadas con razón a las raíces de los vegetales. Estas vellosidades contienen una red vascular y un quilífero central (V. VELLOSIDAD); pero para llegar a estos vasos las sustancias absorbibles deben ser objeto, por parte del epitelio que recubre las vellosidades, de una atracción especial, de una verdadera asimilación, que corresponde a la clase de los actos propios de los elementos anatómicos vivos, y no a la de los simples fenómenos de endósmosis. No sin fundamento ha dicho Cl. Bernad que los productos de la digestión constituyen en el intestino una especie de blasfema generador, del cual los elementos epiteliales digestivos toman los principios de su formación y de su actividad. La absorción de la grasa en sustancia es difícil de explicar, creyéndose por algunos que sirven para darla paso los canalículos del platillo de las células epiteliales, y las células llamadas caliciformes (V. CALICIFORME). Se ha discutido mucho sobre la absorción cutánea; pero está definitivamente demostrado que los gases son absorbidos por la piel, pues si se sumerge un animal, un conejo, por ejemplo, en una atmósfera tóxica teniendo cuidado de mantener la cabeza fuera del aparato, sucumbe al cabo de algunas horas. La absorción del agua y de las materias disueltas en ella es muy exigua por la vía cutánea. Las fricciones favorecen la absorción por la piel. Los cuerpos sólidos o líquidos, pero volátiles, se absorben muy bien cuando se dividen considerablemente mezclándolos con una sustancia grasa. De esto pueden servir de ejemplo el iodoformo y el mercurio.
La superficie respiratoria (tráquea, bronquios, pulmones) posee un poder de absorción considerable, tanto para los gases (V. RESPIRACIÓN), como para los líquidos, pudiendo absorberse en poco tiempo 40 litros de agua por la superficie pulmonar de un caballo. Las superficies serosas absorben también con gran facilidad; los líquidos introducidos en una cavidad serosa penetran en la sangre tan pronto como si hubiesen sido inyectados en el tejido celular subcutáneo; al contrario, otras superficies mucosas son refractarias a la absorción en tanto que el epitelio que las recubre está vivo: tal ocurre con la mucosa vesical. Cuando una sustancia es introducida en el tejido celular, por inyección subcutánea por ejemplo, no hay absorción propiamente dicha, sino simple penetración por imbibición y endósmosis en los capilares sanguíneos y linfáticos. Sin embargo, muchos autores designan con el nombre de absorción el paso del exterior al interior de los vasos, bien que la sustancia haya sido depositada sobre las superficies tegumentorias externa o interna, bien que haya sido introducida en la intimidad de los tejidos.
Las vías de absorción, esto es, los vasos por los cuales se trasportan las sustancias absorbidas son las venas y los linfáticos, según demostró Magendie experimentalmente. De los productos absorbidos en la superficie intestinal, las grasas siguen especialmente la vía linfática (quilíferos) y las peptonas y los azúcares la vía venoso (vena porta).
Aparte del papel esencial de las superficies epiteliales, existen condiciones que pueden favorecer o dificultar la absorción, o por lo menos el trasporte de las sustancias absorbidas.
Toda circunstancia que disminuye la proporción de las partes líquidas de la sangre favorece la absorción; cuando, al contrario el cuerpo está, pos decirlo así, ingurgitado de líquidos y próximo a su punto de saturación, el poder absorbente disminuye de un modo considerable. La compresión de las venas que conducen la sangre de una región, modifica en ella los fenómenos de absorción, dificultándola por el aumento de la tensión venosa; igual efecto produce la acción del vacío (succión, ventosa). Sólo son absorbibles las sustancias gaseosas, líquidas o disueltas; las sustancias grasas al estado de finísima emulsión pueden sin embargo ser absorbidas. Los corpúsculos sólidos en contacto con una mucosa, pueden penetrar en ella por una acción puramente mecánica, por presión, sobre todo, si estos corpúsculos presentan bordes cortantes; tal es el mecanismo de la penetración del polvo de carbón en el parénquima pulmonar, pero no puede decirse que haya absorción en este caso.