ABORTO
EVITAR EL ABORTO A TRAVÉS DEL PARTO PREMATURO
La producción artificial del parto prematuro fue durante mucho tiempo reprobada. Bandelecque, Dugés, Capuroz y otros muchos la declaran ilícita y hasta criminal. Esto no obstante, hoy está admitida por todos, con las limitaciones indicadas. La ciencia la aconseja, y la práctica la sanciona. M. Valpeau, apoyado en el testimonio de los facultativos más famosos de Europa y en observaciones decisivas, consideró esta operación desde el punto de vista de su utilidad y de sus resultados, y consiguió al fin que fuese universalmente aceptada en Francia, como muchos arios antes lo había sido en Italia, Alemania e Inglaterra. La operación, cuyo principal fin es hacer posible, sin grandes peligros, un parto que habría de ser imposible o muy peligroso, puede salvar juntamente la vida del niño y la de la madre. Pero, sea cual fuere el resultado, el hombre de la ciencia está al abrigo de toda inculpación si la necesidad de la operación aparece probada, y, sobro todo, si adopta la precaución de pedir consejo a la experiencia y a la sabiduría de los grandes maestros.
Si fuese permitido al cirujano cerciorarse en mayor número de casos que actualmente de la estrechez de la pelvis mucho antes del término del embarazo, la aplicación del procedimiento salvaría a muchas madres. Esto ocurre muchas veces en mujeres de poca estatura, cuyos órganos genitales, bien conformados, están en relación con las proporciones de la joven. Si el marido de una mujer de estas condiciones es de gran estatura, como muy frecuentemente ocurre, el producto de la concepción podrá adquirir proporciones tales que sea imposible su expulsión natural en el término del embarazo. El parto prematuro, provocado artificialmente, sería aplicable en estos casos, sobre todo cuando anterior experiencia hubiese demostrado el peligro de un parto ulterior. Autores franceses achacan a la provocación facultativa del aborto el inconveniente de fomentar el vicio y de estimular la depravación. Con tal motivo, refiérese un caso ocurrido en Paris. Parece que, hace años, existía en aquella población una enana, exhibida en teatros y en circos como fenómeno curioso, y que esta enana acudía frecuentemente a solicitar asistencia facultativa de los profesores del hospital clínico. Cuidaba mucho de escoger para padre de sus hijos a cualquier atleta del circo: el parto de todo tiempo ofrecía para esta desgraciada gravísimos peligros, y por todos se reconocía la necesidad imprescindible de provocar el parto prematuro. La enana, de esta suerte, disfrutaba de las dulzuras del amor, sin los sinsabores de la maternidad. Así como es lícito, en casos determinados, producir artificialmente el parto prematuro, también lo es provocar facultativamente el aborto antes de la viabilidad del feto, cuando los vicios de conformación ti las circunstancias lo hacen necesario.