ABONO
EL YESO UTILIZADO COMO ABONO
El yeso o sulfato de cal se encuentra en la naturaleza en dos estados diferentes: anhidro, en masas muy duras, compactas y poco abundantes; e hidratado, o sea mudo a una cantidad fija de agua de cristalización, constituyendo grandes yacimientos en las capas superiores de los terrenos de sedimento, de donde se extrae con el nombre de yeso crudo. Cuando se somete a una temperatura de 115° a 120°, en hornos a propósito, pierde parte de en agua de cristalización y se denomina yeso cocido o yeso vivo, y en esta forma es como se emplea para abonar la tierra.
La utilización de esta materia como abono data solamente de mediados del pasado siglo. Su introducción en América, donde se hace un consumo notable como materia fertilizante, fue debida al ilustre físico Franklin, quien para demostrar los buenos efectos del yeso escribió, en gruesos caracteres con polvo de dicha sustancia, en un campo de alfalfa: “Esto ha sido enyesado” marcándose después en la superficie por el mayor desarrollo que adquirieron las plantas.
De experimentos repetidos resulta que debe preferirse el empleo del yeso crudo al del yeso cocido, siendo indispensable en uno y otro caso pulverizarlo perfectamente.
El yeso suministra cal al terreno y es el que mejor puede suministrársela a éste, porque aunque poco, es algo soluble en el agua, aproximadamente dos gramos por litro, mientras que el carbonato y el fosfato tribásico son completamente insolubles. Pero el yeso parece ejercer otra acción beneficiosa además de influir por la cal que lleva al terreno; esta acción fertilizante del yeso no es sin embargo general, sino que se halla limitada a ciertas plantas de la familia de las leguminosas, como son la alfalfa, el trébol, el pipirigallo y el guisante; por eso produce tan excelentes efectos en las praderas artificiales sembradas de leguminosas. También produce un efecto beneficioso muy marcado en los cultivos de tabaco, cáñamo, lino, maíz, y otros menos importantes; mas para que sus efectos sean bien notados, con viene que el terreno sea fértil y no muy húmedo. Se aplica el yeso en primavera, en días nebulosos después de una lluvia menuda para que al espolvorear con él las plantas, se quede adherido a ellas. La dosis en que suele emplearse es de 3 hectolitros por hectárea.
Las margas (V. MARGA) pueden considerarse también como abonos calizos, y como tales se utilizan al mismo tiempo que como enmiendas; dan muy buenos resultados en los terrenos abundantes en limo, y la propiedad que tienen de desmoronarse y reducirse a polvo espontáneamente, cuando se las deja al aire libre, las hace muy apreciadas, porque su aplicación es muy económica.
Conviene extraer las margas durante el otoño, y, durante las heladas del invierno, echarlas en los campos que se quiere abonar, colocándolas en montones pequeños. Los efectos de este abono se manifiestan de una manera visible, al ano siguiente de echado en la tierra. Quince años después, conviene repetir la operación. De esta manera, y a favor de buenas labores, se logra mejorar de un modo extraordinario la calidad de los terrenos, y convertir en excelentes los medianos. Mullidos, además, y aligerados éstos, dejarán de endurecerse y de apelmazarse, y la facilidad que esto dará a las raicillas del trigo para extenderse, contribuirá de un modo notable al aumento de las cosechas.
La cal misma, óxido de calcio, puede ser considerada como abono, además de emplearse también como enmienda. Aplicada la cal en cantidad que no exceda del 10 p i„ de la tierra, es muy útil para los terrenos fríos y compactos. Es preciso, antes de aplicar este abono, cubrir el terreno con una capa de estiércol, de paja larga a medio fermentar. Este medio es de resultado seguro, pero muy costoso, y no conviene emplearlo sino a falta absoluta de otro.