ABONO
ABONOS NATURALES VEGETALES
Se incluyen entre ellos los llamados abonos verdes y los restos de vegetales. Abonos verdes: Como nuestro objeto en este caso es acumular en la superficie la mayor cantidad posible de principios fertilizantes, deberemos cultivar aquellas plantas que tomen una gran parte de sus elementos de la atmósfera y pocos del terreno. Tales son el altramuz, habas, guisantes, alberjana y otros de menor importancia, que deben enterrarse en la época de su floración. Esta práctica debe recomendarse, especialmente eri los terrenos arcillosos algo secos, y se realiza pasando primero un rodillo con objeto de tender las plantas y dando después una labor para enterrarlas. Debe mediar desde este momento hasta la siembra un espacio de tiempo algo considerable, pues de otro modo la germinación se efectuaría en malas condiciones por quedar el terreno muy levantado.
Restos vegetales: La roturación de los prados artificiales produce un abono abundante, por los restos de raíces y hojas que quedan en el terreno y que alcanzan a veces cifras respetables, representando una estercoladura considerable. Por tal razón pueden obtenerse, en general, después de una roturación de alfalfa o trébol, dos buenas cosechas de cereales sin necesidad de abonos supletorios. Se emplean frecuentemente para abonar las tierras productos vegetales de muy diverso origen. Entre ellos citaremos las hojas verdes de ciertas plantas, como patatas, nabos, etc.; las hojas secas de los árboles, tallos de maíz y de patata, serrín, paja de cereales, etc. Todas estas materias son pobres en principios nutritivos, por lo cual no deben utilizarse directamente, sino en compuestos o mezcladas con el estiércol.
Tenemos por último residuos vegetales de diversas industrias que pueden utilizarse, tales como los orujos, o residuos de la extracción del aceite de oliva o de cacahuete y fabricación del vino y sidra; depósitos de las aguas en las fábricas de almidón o fécula, y algunas otras materias de menor interés.