ABONO
ABONOS INDUSTRIALES MINERALES
Deben considerarse como tales: el nitrato potásico obtenido en las fábricas y en las nitrerías artificiales (abono potásico); las sales amoniacales obtenidas en las fábricas de gas (abono nitrogenado), y los superfosfatos y fosfatos precipitados, obtenidos con la fosforita, coprolitos y huesos de todas clases.
Respecto al nitrato potásico, nitro o salitre y a las sales amoniacales, ya quedó indicado lo suficiente al tratar de estas sustancias como primeras materias para la fabricación de abonos. Resta ahora indicar la preparación de los superfosfatos y fosfatos precipitados.
La primera operación es la pulverización de los fosfatos, sean procedentes de la fosforita o de los huesos: esta primera operación es de gran importancia, porque la calidad del abono depende de una buena pulverización; cuando el polvo no es sumamente fino, es incompleto el ataque de los fosfatos por el ácido sulfúrico, y queda una buena parte en estado insoluble.
La pulverización de los fosfatos es un problema mas difícil que la de los huesos; una gran parte, la casi totalidad de las fosforitas de España, tienen proporciones notables de cuarzo, arena o sílice, y en este caso son muy duras y cualquiera que sea la piedra de moler que se emplee, se desgasta y aún se inutiliza en poco tiempo. Las piedras son distintas, según que se destinen a la pulverización de los huesos o a la de los fosfatos.
El primer procedimiento que se empleó para triturar los fosfatos consistió en quebrantarlos por medio de un fuerte mazo; este procedimiento, sencillo al parecer, tiene un gran inconveniente: se necesita un gran esfuerzo, que produce escaso resultado. Algo mejor, aunque también con poco resultado industrial, es un aparato formado por un tonel que lleva un travesaño de hierro, y mejor de acero, con el que hace tijera una palanca giratoria, provista de un mango; de este modo se quebrantan los huesos en pequeños pedazos, que después se concluyen de triturar por medio de los mazos. Estos aparatos no se emplean más que en las pequeñas explotaciones, y nunca en las fábricas. En Inglaterra emplean para la trituración de los huesos los siguientes aparatos:
1° Bocartes, o especie de pilones provistos interiormente de martillos de fundicion;
2° Muelas verticales de fundición o de granito, de 2 000 o 3 000 kilogramos de peso;
3° y último, máquinas de cilindros da fundición endurecida armados de dientes que se giran en sentirlo contrario con diferentes velocidades.
En España se han ensayado con buen éxito los pulverizadores Carr, modificados por Fombuena, y el mismo triturador Fombuena, constructor en Chamberí (Madrid).
Efectuada la pulverización, viene luego la operación más importante, que es transformar los fosfatos naturales, sean los huesos o la fosforita, que son insolubles, en fosfatos solubles, y por lo tanto, fácilmente asimilables por las plantas. El fundamento químico de esta transformación es muy sencillo. El fosfato tribásico de cal, que forma los huesos y la fosforita, es insoluble, y quitándole parte de la base, cal, se transforma en fosfato ácido (superfosfato) que es soluble.
La masa al principio queda muy fluida, pero se solidifica al cabo de algunas horas y se seca suficientemente para poderla partir y reducirla a polvo grueso. El ácido sulfúrico que se añade se combina con la cal para formar sulfato de cal, y el ácido fosfórico queda, parte en fosfato ácido de cal y parte libre. Bajo estas dos formas es inmediatamente soluble en el agua. Pero si la cantidad de ácido sulfúrico empleado es insuficiente, o si el fosfato contiene alúmina u óxido de hierro, lo cual es muy frecuente, se producen entonces reacciones secundarias que disminuyen la solubilidad del ácido fosfórico, y le hacen retrogradar, porque se forma cierta proporción de fosfato neutro de cal (bicálcico) y fosfatos de hierro y de alúmina que son insolubles o muy poco en el agua. De todos modos, el químico puede siempre reconocer en qué grado ha sido atacado el fosfato primitivo por el ácido sulfúrico, porque todos los fosfatos producidos por la reacción inmediatamente o con el tiempo, son completamente solubles en una disolución convenientemente preparada de citrato de amoniaco, mientras que los fosfatos naturales no atacados no se disuelven. Los fosfatos, sean solubles en el agua o solamente en el citrato de amoniaco, han sufrido por el tratamiento sulfúrico una disgregación química completa, que les hace muy fácilmente absorbibles y asimilables por las plantas. Los super-fosfatos son también de una eficacia mucho más general que los fosfatos.
Para obtener los fosfatos precipitados, se disuelven los fosfatos en el ácido clorhídrico diluido en agua, y se precipita la disolución clara por una lechada de cal. Cuando la operación está bien hecha, se obtiene así fosfato bicálcico casi puro, cristalino, fácil de lavar y completamente soluble en el citrato de amoniaco. Si la lechada le cal está demasiado concentrada o en gran cantidad, se forma una proporción mayor o menor de fosfato tricálcico gelatinoso que dificulta el lavado, y el fosfato precipitado obtenido no se disuelve más que parcialmente en el citrato amónico. Como quiera que sea, la operación, bien o mal hecha, da una materia que ha sido dividida completamente por la acción química, y cuya asimilabilidad es igual a la de los superfosfatos.
Los fosfatos precipitados contienen de 30 a 45 por 100 de ácido fosfórico correspondiente a 65 a 98 por 100 de fosfato tribásico de cal.