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ABLUCIÓN DEL RECIÉN NACIDO La necesidad de lavar al recién nacido y la de darle nombre ha originado en los diferentes pueblos multitud de ceremonias, regularmente religiosas. Los insulares del Kichtack a ninguno de estos dos actos dan carácter religioso. Pero los de la Nueva Zelandia consideran impuro al recién nacido mientras no le purifican la ablución y el bautismo. Los Sumanas del Brasil rocían al niño con un cocimiento de hierbas especiales cuando se halla en estado de ponerse en pie, y al mismo tiempo le dan el nombre de uno de sus antepasados. En algunas tribus ele Malaca, en cuanto nace un niño, lo llevan a la fuente mÁs próxima y allí lo bañan y lo lavan. La purificación de la recién parida por medio de las lustraciones con agua son comunes en el África occidental: los Mantras de la península de Malaca la han elevado a la categoría de ceremonia religiosa; y entre los indígenas de la India, tanto de la parte meridional como de la septentrional, las ceremonias del bautismo se confunden y coinciden con las de la purificación de la madre. La práctica, pues, de las abluciones y de las lustraciones es ante todo una necesidad, luego una costumbre solemnizada por la tradición, y más tarde un acto de importancia trasformado en imprescindible ceremonia religiosa.
2014 - Diccionario Enciclopédico Hispano-Americano Siglo XIX. Aviso Legal