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ABANICO

HISTORIA DEL ABANICO RÍGIDO


Una noche, la bella Kan-Si, hija de un mandarín muy poderoso, asistía a la gran fiesta de las antorchas. El calor era tan sofocante que la doncella hubo de separarse del rostro virginal la mascarilla que lo cubría; pero, como el pudor le aconsejara no exponer su hermosura incomparable a la profanación de las miradas curiosas, la joven agitó rapidísimamente la máscara para hacerse aire con ella, si bien manteniéndola lo más cerca posible de sus encantadoras facciones. La velocidad de los movimientos fue tan grande que la mascarilla agitada vino a ser como una especie de velo que no permitió a los hombres reconocerle la fisonomía; las demás mujeres en número de 10000, encontrando felicísima la ocurrencia, agitaron igualmente sus mascarillas para mitigar lo insufrible del calor. De aquí el origen del abanico, utensilio más, cómodo que la máscara para refrescar el rostro, agitando el aire, y, si los movimientos son velocísimos, tan eficaz como la máscara misma para satisfacer las exigencias del pudor.

Si este origen del abanico rígido no convence, no será ciertamente por lo poco que tenga de fantástico, sino por los crecientes estragos de la incredulidad; pero, por increíble que el relato aparezca, no podrá invalidar los testimonios irrecusables acerca de lo remoto del uso de ligeros aparatos destinados a hacer aire.

Los abanicos de plumas de avestruz y de otras clases eran comunes en Egipto. Dícese que el honor de emplear estos abanicos en servicio de los Faraones, se confería a los hijos de éstos, a quienes se ve en muchas pinturas y esculturas egipcias con las insignias de príncipes, y conduciendo un ala de plumas, y a veces un plumero fijo al extremo de un largo mango. Entre otras pinturas se cita especialmente la del triunfo de Ramesces III, el gran Sesostris de Heródoto (1365 a. J. C.). El plumero de abanicar se ve en Tebas y otros puntos en monumentos de 1706 a 1355 a. J. C.

En una tumba del mismo Tebas aparece un rey de Egipto correspondiente a la dinastía xviii acompañado de distinguidos servidores que llevan en largos mangos abanicos rígidos para refrescarle.

Durante la dinastía de los Chou, que reinó en China de 1106 a 1243 a. de J. C., se usaban abanicos de plumas para resguardar del polvo y del viento a los emperadores en sus carros; y durante la dinastía de los Yuen y los Ming se adoptaron los abanicos de plumas de faisán. Los de marfil fueron inventados 991 a. de J. C. Flores reales, hojas resistentes, seda cruda, papel dado de aceites odoríferos, gelatina, sedas teñidas, bambú amarillo, escamas y otros muchos materiales a propósito fueron utilizados por los chinos primitivos en sus abanicos no plegables. Los abanicos de pluma eran para el verano y los de seda para el invierno.

2014 - Diccionario Enciclopédico Hispano-Americano Siglo XIX. Aviso Legal