ABANICO
IMPORTANCIA SOCIAL DEL ABANICO
Pero la importancia social del abanico nos toca más de cerca. El abanico, hijo del sol, es el cómplice más temible de la calentura amorosa que decide del porvenir de un hombre: es el talismán feliz de las fascinaciones femeninas, ya se repliegue, ya se extienda, ya serpentee por el aire en curvas erráticas e impredecibles; ya en dulces aleteos deje primero ver y luego oculte encantos y gracias seductoras; ya en lengua incomprensible haga acompañamiento con un ffrrrrfrr suavísimo y casi imperceptible a un sí dubitativo e indeciso, que promete otro sí decidido y resuelto a corta fecha; ya, al cerrarse airadamente, robustezca un No rotundo un frrk repentino y atronador. Unas veces tapa y encubre de todo el mundo un mimo encantado, menos de aquel para quien va dirigido; otras veces impide ver una perfidia; otras quiere, pero no puede, ocultar el rubor de una confianza o el fuego de un deseo; otras, deja ver una malignidad que finge esconder, una sonrisa que pretende disimular, un enojo cuya intensidad ha de quedar en duda; pero siempre y en todas ocasiones sus movimientos desplegados, sus undulaciones recogidas, sus aleteos, sus giros, sus ruidos, sus aprobaciones, sus celos y sus enfados, hallan en el corazón del hombre una cuerda delicadísima que poner en vibración simpática, la cual siempre da un tono fascinante de la escala del amor.
Y, si en todas partes el abanico es el arma más temible en la lucha invisible de las atracciones y repulsiones de la simpatía, ¿qué decir de España, donde el abanico es el vehículo maravilloso y astuto de un lenguaje cifrado, cuya clave, ni aun por los que están en el secreto se descifra de improviso cuando ha sido alterada según caprichos inexplicables de nuestras dulces enemigas? Quién, alguna vez, o muchas veces, al encontrarse en Andalucía entre mujeres de entendimiento, no ha creído sorprender en lo parado de sus renegros ojos de fuego, y en lo sistemático y acompasado de los movimientos de sus abanicos, que estaban hablando entre sí y para sí, mientras sus blancas dentaduras con sus sonrisas de encanto, y sus palabras de seducción, acordes con las preguntas que se les hacían, dejaban ver a las claras toda la inconsistencia del axioma “no es posible estar en dos partes a la vez”. Quién no se ha dicho receloso: “¿si estarán hablando de mí?” “Y si hablan de mí, ¿qué es lo que dicen?”
El célebre poeta inglés Addison supo que las españolas tenían un lenguaje secreto en sus abanicos; lo aprendió, y, en sus ocios, hallaba sumo solaz enseñándolo a sus paisanas. Pero ¡oh dolor! las inglesas le salieron discípulas inenseñables. Por el contrario, en Andalucía, cada muchacha resulta tan maestra, que, aprendidas las reglas generales, en el acto sujeta a otras arbitrarias su abanico para no ser así entendida más que de sus pocas compañeras, confidentes de los cuidados de su corazón.