ABANICO
DESCRIPCIÓN Y PARTES DEL ABANICO
El abanico, en su combinación más sencilla (que es la de los llamados abanicos de Calañas, pueblo de la provincia de Huelva, donde principalmente se construían), consta de tres partes: las varillas, el clavillo y el país.
Las varillas y el clavillo se llaman el esqueleto o la armazón. Las varillas menos complicadas son tiras rectangulares de cañas o bambúes, e iguales entre sí cuanto es posible en largo, ancho y grueso: todas perforadas a corta e igual distancia de uno de los extremos. El clavillo es un alambre algo grueso que ensarta las varillas por los agujeros en ellas perforados, y que, después de ensartadas, se remacha por sus dos extremos para que las varillas no puedan ya salirse. De este modo, cada varilla puede girar alrededor del alambre como eje, describiendo un plano circular perpendicularmente a la longitud del clavillo. Cerradas estas varillas, esto es, superpuestas, el conjunto figura un prisma recto de base rectangular: abiertas y colocadas a iguales distancias unas de otras, afectan la forma de un sector circular, dividido en ángulos iguales. En realidad, no hay tal sector; pues todo sector es un plano; y las varillas, por causa de sus gruesos, constituyen un verdadero sólido, semejante al conjunto de escalones de una escalera de caracol.
El paisaje o el país del abanico, es simplemente un sector anular de papel algo resistente. Este papel recibe tantos dobleces radiales, menos dos, como sea el duplo del número de varillas; y los dobleces han de resultar alternativamente entrantes y salientes, a fin de que pueda plegarse radialmente el sector anular. El número de dobleces tiene, por tanto, que ser par, como duplo menos dos de un número cualquiera de varillas; pero el número de los trapecios plegables, o sea el de espacios de papel comprendidos entre cada dos dobleces tiene que ser impar, esto es, igual al duplo del número de varillas menos uno; o bien, igual al número de dobleces más uno. Preparado ya, tanto el esqueleto como el varillaje, se le pega el papel del sector anular con sujeción a las dos condiciones siguientes: el centro del ánulo ha de coincidir con el centro de perforación del varillaje; y cada varilla ha de quedar adherida correspondientemente a uno de los trapecios impares: nunca a los pares. De este modo resulta un aparato de poco peso, susceptible de abrirse y de cerrarse a voluntad, y que, abierto y manejado desde el varillaje, sirve para producir artificialmente corrientes aéreas por medio de la considerable superficie del sector anular, cuando se imprimen a éste rápidos movimientos de vaivén.
El abanico constituye, pues, una especie de bomba aspirante e impelente: al alejarse con celeridad de quien lo maneja, hace el vacío en torno suyo y obliga al aire circundante a ocupar velozmente el lugar del aire desalojado; y al acercarse empuja el aire intermedio comprimiéndolo; por manera que, tanto en los movimientos de ida como en los de venida, se crean poderosas corrientes. Pero es muy de notar que el aire, al comprimirse, crea gran calor; y por eso se oye algunas veces decir a las personas cuya piel está muy seca que el abanico las sofoca y, también por eso en invierno no incomoda el suave aleteo del abanico. Así, pues, sólo cuando la piel transpira es cuando el abanico refresca, por ser entonces mayor el frío de la evaporación que el calor de la condensación del aire; de donde resulta que el fenómeno de la refrigeración procedente de tan casero ventilador, es más complicado de lo que a primera vista parece; y, como Mr. Jourdain, que había estado 40 años haciendo prosa sin saberlo, la elegante más a la moda por las fascinaciones de su invisible coquetería, al agitar su abanico, está haciendo, sin sospecharlo siquiera, física de lo más trascendental imaginable.