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ABANICO

LOS ABANICOS A VAPOR Y ELÉCTRICOS


En las cámaras de los vapores de la India, los pancáes que refrescan a los pasajeros son movidos por el vapor de las máquinas. Hace poco se inventó un pancá portátil, consistente en un sostén de bronce que podía colocarse sobre una mesa, del cual salía una mano con un abanico. Dábase cuerda a este pancá como a un reloj de sobremesa, y la mano se ponía en movimiento durante largo tiempo, abanicando a los que estaban en sus inmediaciones, con tanta perfección como si fuera una mano de verdad.

“Y, ¿he de ser yo menos que los resortes y el vapor?” dijo un día abochornada la electricidad. Y durante una siesta calorosa sugirió en Filadelfia a Mr. Griscom un diminuto ventilador consistente en dos alas de hélice como las de los buques de vapor, sostenidas por un soporte cilíndrico implantado verticalmente en una peanita circular: el liliputiense ventilador se coloca sobre una mesa de escribir o de labor, etc., y una batería eléctrica de seis elementos de bicromato de potasa, escondida dentro, del taburete que sirve de asiento, pone en rotación las alas o abanicos de la hélice, con tanta eficacia que ésta produce una consoladora brisa refrescante, dotada de una velocidad de 10 kilómetros por hora: multum in parvo.

En algunos edificios, y en muchos buques acorazados, corrientes artificiales de aire, comprimido por varios medios ingeniosos, renuevan y refrescan la atmósfera. Entre los ventiladores fijos los hay rotatorios, y su genealogía debe ser antiquísima, pues consta que un diestro artífice chino en tiempo de la dinastía Han hizo una rueda de siete abanicos, cada uno de un codo de diámetro, todos unidos por una cuerda, manejada por un hombre, a fin de refrescar las habitaciones.

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