LETRA A
ALTURA DEL SONIDO DE LA A
Un sonido es fuera de nosotros una serie de vibraciones, un tremor del cuerpo sonoro. Con los ojos vemos las pulsaciones de las cuerdas gruesas que vibran; con los dedos sentimos el tremor invisible de un vaso que suena. Las vibraciones externas causan en nosotros una sensación especial; modificación de nuestra sensibilidad, correlativa ciertamente con tales pulsaciones, pero de orden muy distinto que ellas, pues lo que en nosotros pasa no es lo que pasa en el exterior. Si los movimientos de vaivén se suceden en el exterior de un modo irregular, sentimos esa irregularidad y la llamamos ruido: si las vibraciones se suceden con gran rapidez y a intervalos iguales o isócronos, sentimos conjuntamente esa rapidez y ese isocronismo, y la sensación interna se llama entonces sonido. Para que haya sonido es necesario, no sólo que las vibraciones sean periódicas, sino que pasen del número de 20 o de 25 por segundo. La cuerda del do más bajo de nuestros pianos (que es todavía una octava inferior al do más bajo de la voz humana) da 33 vibraciones por segundo. Si diese 16 ½ como los tubos abiertos de 32 pies de algunos órganos, el oído percibiría la sucesión de los impulsos; y si percibiese la sucesión, no sentiría ya el sonido. El sonido empieza para nosotros cuando empieza nuestra imposibilidad, no digamos de contar, pero ni siquiera de sentir In sucesión. Sonido es, pues, un fenómeno íntimo de nuestro ser psíquico, producido en nosotros por rápidas, numerosas y periódicas pulsaciones o vibraciones de las partículas de un cuerpo, sacadas por un medio cualquiera de su posición normal de equilibrio. Para el caso especial de la A y de las demás vocales, las vibraciones proceden de las cuerdas sonoras de la laringe. (Véase LARINGE.)
En llegando la multiplicidad de las pulsaciones periódicas de un cuerpo a cierto número, a 33 por ejemplo, nuestro oído pierde el poder de discernir las sucesiones, y hasta el de percibir que hay sucesión; pero entonces adquiere la maravillosa facultad de sentir las relaciones que tienen entre sí las diferentes magnitudes de la multiplicidad. Así, pues, si una cuerda da 33 vibraciones por segundo, y otra cuerda da 66 en el mismo tiempo, el oído siente que la segunda está una octava más alta que la otra: el oído, ciertamente, no sabe cuántas son las vibraciones de la primera cuerda, ni cuántas las de la segunda; pero, sea cual fuere la magnitud de sus respectivos números, nuestro admirable órgano auditivo siente que la segunda cuerda está una octava más alta que la primera; es decir, siente que el número de las vibraciones de la más alta es doble que el número de las vibraciones de la más baja. Así, de un modo análogo, ignorando nosotros el número absoluto de moléculas colocadas linealmente en la extensión de un milímetro de sustancia homogénea, percibimos su doble en la longitud de dos milímetros, el triple en la de tres, y así sucesivamente, midiendo siempre conjuntos y nunca contando los números absolutos de las partículas componentes. Cuando el número de las vibraciones es de 1 a 2, el oída ejercitado percibe lo que los músicos llaman una octava pura: por ejemplo, do, do’; perciben una quinta cuando la relación es de 2 a 3, do, sol (por ejemplo, si mientras una cuerda da 66 vibraciones, produce otra 99 por segundo, o bien la una 200 y 300 la otra, etc.); perciben una cuarta cuando la relación de los números de las vibraciones es de 3 a 4, do, fa (esto es, una cuerda produzca 300 vibraciones mientras otra 400)...; en fin, para nosotros los europeos es muy perceptible lo que todo el mundo conoce con el nombre de ESCALA MUSICAL. (Véase.)
Tono es, pues, la percepción maravillosa de la relación entre las magnitudes de dos sonidos, aun en la ignorancia del número absoluto de las vibraciones que los producen.
Las cuerdas sonoras de la laringe pueden hacer que la A (lo mismo que las demás vocales) aparezcan en sonidos de mayor o menor número de vibraciones, pues que nuestro oído percibe las vocales unas veces en un tono y otras en otro.
De dos sonidos, al procedente de mayor número de vibraciones se le califica de más alto, y de más bajo al que procede de un número menor. Alto y bajo son, por tanto, palabras de pura relación. Si no hubiese más que un solo sonido en el mundo, ese sonido único no sería alto ni bajo, no habiendo ningún otro con qué compararlo o a qué referirlo.
La altura del sonido de la A no depende nunca más que del número de vibraciones del aire por segundo. Es indiferente, en general, que la altura de un sonido cualquiera resulte de las vibraciones de las lengüetas metálicas, de los labios del músico en los instrumentos de cobre, de las cuerdas del piano, o de las cuerdas vocales de la laringe humana. Cualquiera que sea el instrumento que lo produzca, un sonido es siempre de la misma altura, cuando resulta del mismo número de vibraciones por segundo de tiempo. Nuestros pianos se extienden 7 octavas en altura, y las notas de una octava no se diferencian de las de las otras más que en el número de sus respectivas vibraciones: el do más bajo produce 33 vibraciones; 66 el siguiente do; 132 el inmediato; el otro 264... y el último 4224 por segundo.